Un remolino de recuerdos y ensayos con la literatura como punto central de esa turbulencia suceden en esta flamante novela de Gandolfo, quien detalla cómo aparecen sus historias y cuenta qué es eso del "sentimiento oceánico".
“Mi mundo privado”, el nuevo libro de Elvio Gandolfo, combina con soltura la autobiografía, la ficción y el ensayo en una narración que -con un particular humor ligado a la observación- avanza con velocidad por recuerdos, reflexiones, visiones, lecturas y anécdotas donde la literatura ocupa siempre un lugar central.
Publicado por Tusquets, el libro comienza cuando el protagonista (que puede ser Gandolfo) tiene una revelación: todo está en su cabeza. “La luna, las estrellas, la superficie rojiza de Marte, el Sol, la galaxia… Para sintetizar: todo el planeta Tierra por una parte, y después la totalidad del universo, en realidad estaban total y detalladamente en el interior de mi cabeza”, se lee.
Gandolfo (1947), que creció en Rosario, vive alternativamente en Buenos Aires y Montevideo. Es autor de los libros de relatos “La reina de las nieves”, “Dos mujeres”, “Ferrocarriles Argentinos”, “Cuando Lidia vivía se quería morir”, “The book of writers” y “Cada vez más cerca”; las novelas “Boomerang” y “Omnibus”, y el poemario “El año de Stevenson”, entre otros libros. Además de escritor, es traductor y periodista cultural.
El hijo del célebre poeta Francisco Gandolfo habló sobre el origen de su nuevo libro.
-¿Cuál fue el disparador de esta novela?
-La coexistencia de dos problemas prácticos, económicos, que me tenían loco y eran mucho menos importantes de lo que yo creía. Tal como cuento en la primera página, un video de la BBC sobre mantarrayas voladoras, y una novela que nunca escribí hicieron de chispa para que la escribiera.
-¿Cómo ves a este libro en tu producción?
-No suelo ser consciente del lugar que ocupa cada libro en relación al resto. En este caso concreto me gustó hacer una mezcla de realidad y fantasía, y creo que (al igual que en la novela “Boomerang”, que era pura invención), la velocidad de escritura se convierte en velocidad de lectura, como me han dicho algunos escritores que también les ocurre: Tomás de Mattos, por ejemplo, con “¡Bernabé, Bernabé!”.
-El narrador de la novela reflexiona constantemente sobre lo que decide contar. ¿Esa reflexión fue deliberada o espontánea?
-Todo parece espontáneo mientras escribís. Cuando vas releyendo una y otra vez descubrís parte de una deliberación inconsciente, por llamarle así.
-En el libro hacés referencia al “sentimiento oceánico”, una especie de conexión con todo el universo. ¿Cómo se relaciona esa sensación con la escritura?
-Cuando surge, el uso narrativo, poético o ensayístico, y hasta crítico, es a la escritura burocrática, panfletaria o técnica, lo que el sentimiento oceánico es al sentido común lato o meramente práctico.
-El humor es un elemento que recorre el libro ligado, de alguna manera, a la observación. Hay un modo de mirar que disloca el sentido de las cosas. ¿El humor es una forma de rehuirle a la solemnidad que puede tener la literatura?
-No. Creo que por suerte el humor suele ser algo que sale solo, a veces a partir de la combinación de dos elementos contradictorios (un entierro y un tipo que se cae de culo, por ejemplo), a veces porque sencillamente estás “en estado” y le encontrás la vuelta graciosa a todo.
-¿Cómo abordás la escritura? ¿Tenés un método de trabajo?
-No tengo ningún método. A veces paso períodos largos, incluso de años, sin escribir. Pero no me preocupo porque siempre tengo montañas para leer. En todo caso noto que en los cuentos es bueno saber más o menos a dónde vas. En el caso de las dos novelas policiales que escribimos a dúo con Gabriel Sosa, hicimos un plan previo, que después íbamos refinando o cambiando.
-La literatura atraviesa los recuerdos, las reflexiones y los lugares como una materia subterránea que está en todas las cosas que se narran en el libro. ¿Se puede pensar en una literatura desligada de la vida?
-Se pueden pensar decenas de literaturas desligadas de la vida, mencionada así, en general. Y algunas hasta son muy buenas.
-¿Qué tipo de literatura llama tu atención?
-En general muchos tipos de literatura. Aunque influye la época, sin que uno se dé cuenta. En una época disfrutaba a full con la literatura experimental, o programática (por ejemplo el “objetivismo” francés), y ahora me cuesta bastante entrarle. Me pasa lo mismo cuando consigo libros de ciencia ficción: demoro mucho más que antes en leerlos. No me pasa lo mismo con el género del terror. Hay un tono del relato norteamericano o inglés que me atrae mucho, desde Melville, Jack London, Edith Wharton o Poe, o desde Stevenson, Wilkie Collins o Conrad, hasta Carver, Foster Wallace y Steven Millhauser o J. G. Ballard, Christopher Priest, Pat Cadigan y Arthur Machen (o Lord Dunsany). También me gustan los descubrimientos, como el noruego Kjell Askildsen, que pude conocer gracias a los excelentes “Cuentos reunidos” que compiló Fogwill.
-¿Qué autores contemporáneos te interesan?
-En el caso de la literatura argentina, leo todo lo que puedo, y vacilo menos en dejar de leer algo si no me interesa. Por hacer un mero inventario muy incompleto de lo que me gusta: Rodolfo Fogwill, Pedro Mairal, Hebe Uhart, Juan José Saer, César Aira, Samanta Schweblin, Salvador Benesdra, Carlos Busqued, y un larguísimo etcétera.
-¿Que le dirías a las nuevas generaciones que comienzan a escribir?
-Que ya que empezaron, que sigan. Que no se cansen. O que se cansen, dejen, y después sigan. Si leen mucho, no podrán dejar de hacerlo.